sábado, 30 de julio de 2011

Me cansé de ti, no contigo.

Una vez, de niña, encontré los regalos que había pedido en la carta que había escrito días antes del día de Navidad. Al principio, sentí un escalofrío lleno de alegría que me recorrió todo el cuerpo de pies a cabeza; porque, a pesar de que ya sabía quién compraba esos regalos, siempre me quedaba aquella ingenua ilusión. Pero luego, cuando llegó el momento de recibir todas aquellas cosas, no sabía qué sentir. No me acordaba de aquellas chispas que saltaban de mis ojos al descubrir la pulsera que vi en aquella tienda, ni si quiera me salía aquella improvisada sonrisa. Supongo que por eso dicen que en el momento en el que descubres una sorpresa antes de que te la den, se pierde absolutamente toda la magia que ésta conllevaba. Quizá por eso me cansé contigo. No, para; de ti. 
Tal vez por estar soñando anticipadamente cada momento que podríamos tener juntos, nuestro primer beso, por dar rienda suelta a mi imaginación y pensar, mientras escuchaba mi canción favorita, aquellas risas, miradas y te quieros que nos intercambiaríamos al día siguiente. Quizá por eso, por descubrir aquellos regalos en el antiguo armario de la habitación de invitados, me cansé de ti. Porque luego, cuando de verdad ocurrían todos aquellos instantes que mi mente había maquinado, tan sólo se trataban de una serie de déjà vues para mí.

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